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“CON LA ESPERANZA DE QUE LA PASIÓN POR EL DERECHO PENAL NO SE EXTINGA”

por Juan Carlos Gómez Nieto

En el mes de mayo del año 2017, durante el transcurso de mi primer año de maestría en la Universidad Externado de Colombia, tuve la oportunidad de conocer a una persona que hasta la fecha, solo había tenido la oportunidad de leer. El calendario nos avisaba a mí y a mis compañeros que tendríamos clase de Imputabilidad penal, cátedra que se encontraba a cargo del profesor Nódier Agudelo Betancur.

Mi historia, por así llamarla, con el profesor Nódier, había iniciado un año antes, cuando era un estudiante de pregrado que realizaba una tesis que giraba en torno a una problemática nada nueva para la doctrina, pero que despertó la pasión por el derecho penal que no se apaga y más bien aumenta.

Una compañera de la oficina en la que trabajaba –y de la que luego me convertiría en socio- cursaba la especialización de Ciencias Penales y Criminológicas de la Universidad Externado, quien le hizo llegar al maestro una carta que le había escrito diciéndole cuánto lo admiraba por su labor como académico y le solicitaba amablemente una orientación frente al problema jurídico que intentaba resolver dentro de mi trabajo de grado: ¿Debe exigirse elemento subjetivo alguno para el reconocimiento de la legítima defensa?

El profesor Nódier, con la humildad que lo caracteriza, dio respuesta a mi carta a través de un correo electrónico en el cual me afirmó lo siguiente:

“He leído tu carta y te la agradezco; estas son de las recompensas que nos depara la vida; en verdad, la opción académica, sendero que he transitado, desde el punto de vista económico, cuando mucho nos proporciona para vivir  de manera decorosa; empero, nos da la satisfacción de encontrar ecos de nuestro pensamiento en personas  como tú; y esto es suficiente motivo.”

Muchos libros, notas al pie y marcadores de página después, y una vez obtenido mi título de abogado, me inscribí en la Maestría de Ciencias Penales y Criminológicas de la Universidad Externado de Colombia, guardando la esperanza de que el maestro aún dictara clase en la misma, lo cual terminaría sucediendo.

Corría el mes de mayo del año 2017. El cronograma académico de la Maestría indicaba que para la tercera visita, correspondía el curso de la asignatura de “Imputabilidad Penal”. A las nueve de la mañana, ingresó al salón un hombre de avanzada edad con un bolso repleto de libros. Vestía traje y corbata, y luego de haberse instalado en el escritorio, se puso frente al tablero y se dirigió al auditorio: “- Buenos días, mi nombre es Nódier Agudelo Betancur, y este es el curso de inimputabilidad penal”. Todos podíamos notar el esfuerzo que significaba para él estar ahí, los achaques de los años no le permiten moverse con la libertad de otras épocas, pero la claridad mental era sorprendente.

En el devenir del curso, levanté la mano y pregunté: “- Profesor, ¿cómo hace Carrara para fundamentar el castigo de la tentativa, si su concepto del delito es el de ente jurídico cuya esencia radica en la lesión a un derecho? Para hacer referencia a dicha definición del profesor italiano, leí las líneas que el Maestro había escrito en el tablero. Cuando el percibió que había tenido que recurrir a la lectura para brindar la definición, se acercó, se interpuso en mi línea de visión con el tablero y me dijo: “- Vuelve a preguntar, pero ésta vez sin leer”, y agregó: “el músico no piensa en la nota, solo la toca. Sé como el músico”.

Al terminar el curso, albergado por la pasión que el mismo maestro nos transmitió en las clases, me senté frente al teclado del computador y como el músico y las notas, aparecieron las siguientes palabras en mi pantalla:

“Mi maestro saltaba, corría, se dejaba el alma en la pizarra. Se ponía de rodillas para poder escribir en el tablero cuando le quedaba poco espacio. Si alguien se ausentaba del salón, así fuese para ir al baño, él lo detenía al reingresar al aula y le explicaba personalmente lo que había expuesto en su breve ausencia.

El maestro es un ejemplo de amor y pasión; un derroche de humanismo y toneladas de disciplina; se ríe, canta; viaja hasta Roma, luego pasa por París, aterriza en Bonn y en su relato cobran vida los que fueron sus maestros: Carrara, Ferri, Welzel, Kaufmann…

El profesor usa ocho marcadores diferentes, a cada uno le da una finalidad, pone música, evoca las anécdotas de su trayectoria. Su mensaje es kanteano y en su discurso se nota la experiencia que ha recogido a lo largo de los años.

Mi maestro es sencillo, humilde, cariñoso y siempre nos recuerda que a pesar de los achaques que le han traído los años, siempre ha pedido no una carga ligera, sino una espalda poderosa.”

Con ellas había puesto final a lo que creí, habría sido mi experiencia con Jose Nódier Agudelo Betancur. Pero no fue así. Las palabras llegaron al Maestro, lo que generó que días después retomáramos la comunicación, y entre nosotros se empezara a construir la relación entre un gran Maestro y un discípulo. Fue él, quien en compañía del visto bueno del Maestro Rodolfo Mantilla Jácome, me hicieron el regalo más bello de mi vida profesional: me hicieron profesor de Derecho penal, en la universidad de mi vida, a la cual regresaba solo seis meses después de haber conseguido mi título como abogado. No me alcanzará la vida para retribuir a ambos el gesto que tuvieron conmigo.

Las conversaciones, visitas, y espacios compartidos derivaron, en que una tarde del mes de mayo del año 2019, cuando junto a mi biblioteca personal, mi Maestro me dijo: “- Juan Carlos, ¿qué opinas si actualizamos el “Curso de Derecho penal” ?, yo me encargo de un capítulo sobre el método dogmático, y tú te encargas de incluirle la discusión actual del funcionalismo.”

Si yo tuviese que definir al profesor, diría que es un ser que le pone amor a todo lo que hace, no solo es un ejemplo a seguir por su trayectoria profesional, sino porque en cada detalle que se le ve, se puede observar que lo hace con cariño y dedicación única.

Esta columna tiene dos propósitos. El primero, ambientar mi personal homenaje a la figura de mi Maestro, que será protagonista la próxima semana por cuenta del congreso internaciona en Teoría del Delito y Sistemas acusatorios organizado por CESJUL; y segundo, invitar a todos aquellos amantes del Derecho penal a que sueñen. Yo un día soñé en conocer a Nódier Agudelo Betancur, y la pasión que compartimos me permitirá estar acompañándolo en el homenaje que se avecina y trabajando por actualizar el libro más conocido por los penalistas de Colombia: el curso de derecho penal, esquemas del delito.

Maestro Nódier, puede estar usted tranquilo. Que en lo que a mí y a todos sus estudiantes respecta, la pasión por el Derecho penal no se extingue.

IV CONGRESO INTERNACIONAL TEORIA DEL DELITO Y SISTEMAS ACUSATORIOS

1 comentario en “Con la esperanza de que la pasión por el derecho penal no se extinga”

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