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¡MUERTE AL CAPTURADO!

Santiago Trespalacios Carrasquilla
@SoyDefensor_

Entre una polvorienta calle de alguna macondiana esquina de nuestro país, llegan una treintena de policías armados a realizar, al parecer, una captura legítima de un malhechor señalado de estar amenazando con hacer estallar un cilindro de gas. Llenos de energía entran varios de los agentes a una humilde vivienda, quedando registrado en vídeo, al inicio unos gritos de la policía exigiendo que saliera con las manos arriba, un instante después sale el hombre ya golpeado, con una camiseta rodeando su cuello mientras un uniformado va apretando asfixiante a medida que desea someterlo, como el verdugo ahorca con la soga. La persona en el suelo es golpeada nuevamente con patadas policiales, mientras otro le realiza descargas eléctricas. El recién aprehendido es desplazado por mas o menos cuarenta metros, por parte de dos uniformados y un hombre vestido de civil, la persona se cae y ellos apresuradamente continúan arrastrándolo hacia la patrulla mientras una multitud enardecida grita a favor de los uniformados. Vale decir al aprehendido que se resiste debe llevársele a la fuerza y si se tira al piso hay que cargarlo, arrastrarlo y continuar con el procedimiento. Cuando la escena se continúa avanzando el policía que sujeta del cuello aprieta con más fuerza a este hombre cuyo rostro revela lo que seguramente ocurrió en el fragmento no grabado, una fuerte golpiza.

Cuando ya lo van a subir a la patrulla, se deja ver más explícitamente la escena. El malhechor capturado se encuentra totalmente débil, golpeado en su rostro y justo en el momento que abrieron la puerta para continuar el procedimiento sin la cámara, se acerca un nuevo policía y sin necesidad alguna, comienza a realizar nuevas descargas eléctricas contra el malhechor, el cual, como movimiento reflejo y reacción apenas natural se revuelca mientras los vatios muerden su carne por dentro, cae de nuevo al piso, no como resistencia sino como último sometimiento.  Ante el desplome es levantado, principalmente por aquel que asfixiante le rodea el cuello. Los representantes de la ‘Ley’ son ahora verdugos que complacen a la muchedumbre y descargan su furia contra el caído.

Este episodio, sobre el cual algunos colegas realizamos comentarios sobre la ilegalidad de la captura, generó vía redes sociales, una profunda animadversión en contra de quienes llamamos la atención sobre el uso exagerado de la fuerza. Se nos tildó de todo, se nos deseó todo lo malo y la verdad, creo que lo merecemos ¿cómo se le ocurre a alguien estar en contra de un linchamiento en tiempos de histeria colectiva? ¿Quién, ingenuo, reclama la vigencia de una constitución de la cual pocos saben y poquísimos quieren saber? Las redes sociales inundaron la discusión con su rápido juicio, se trataba según ellos de un hombre que acababa de matar a un policía ¿de dónde extrajeron ese dato? De ninguna parte, simplemente lo inventaron e hicieron de él un argumento absoluto, y los que protestamos contra el procedimiento, éramos según la turba, enemigos de las fuerzas del orden.  Después se supo que no era ese caso el de la captura ¿y si sí fuera? En nada cambiarían los argumentos de esta opinión.

Escribo esto con la triste convicción de que quienes lo leerán son precisamente a quienes no va dirigido, si señores, lo que sigue es para esa multitud enardecida que rogaba porque a los abogados nos pasara lo mismo que al malhechor, a esos que pregonan que los derechos humanos son solo para los humanos derechos; curiosamente, aquellos que creen que nunca deberán ser defendidos pues consideran que estarán siempre de este lado del computador y no en la parte pasiva, en el rol de quien es señalado.

La siguiente imagen, tomada de una visita al Departamento de Justicia Norteamericano, y que representa una obra de arte titulada Law versus mob violence – La Ley contra la violencia callejera – sintetiza mi opinión sobre el tema:

La imagen evoca la necesidad de poder diferenciar entre quienes representan la Ley y los que sólo buscan la violencia como forma de venganza, y de dicha contraposición, el ciudadano está sometido pero también protegido, ese individuo por malhechor que sea sigue siendo un humano y es a partir de allí que se demuestra vigente el Estado. No se trata de poner al malhechor por encima del Estado y la Ley, por el contrario, el trato adecuado demuestra que la Ley y la Constitución son superiores a quien ha, aparentemente, transgredido las normas de convivencia.

Seré, ahora sí, breve. Primero, este uso excesivo, estrambótico, de la fuerza sirve precisamente para lo contrario de lo que buscan las masas enardecidas, este procedimiento debe ser declarado ilegal y la persona a la que todos queremos que le caiga el peso de la Ley, saldrá en libertad a causa de dichos excesos.

Segundo, el Estado es aquel que recibe todas nuestras libertades, es el garante de los derechos, tanto de víctima como de victimario, pues el segundo pasaría, como en efecto ocurrió a ser también víctima, pero ahora del Estado. De la autoridad se exige el actuar legítimo, que puede conllevar la fuerza, pero en el marco de la proporcionalidad, de lo contrario sería un criminal en la lucha contra los criminales.

Tercero, defender que a un ciudadano capturado se le respeten sus mínimas condiciones de dignidad, no es estar de acuerdo  con lo que él hizo, no es ponerlo por encima de la víctima precedente, es, por el contrario, demostrar que el Estado y su orden legal están vigentes y que esta persona, haya hecho lo que haya hecho, no logra derogar la Constitución en su contra ni a su favor. Ya quisieran los malhechores que esto fuera el viejo oeste de las películas y que el Estado se batiera a duelo en las polvorientas calles de nuestro territorio.

Y cuarto, permitir el uso exagerado e ignorante de la fuerza  generaría mayores daños que beneficios, piénsese en todas esas injusticias en donde se señala como culpable a una persona totalmente inocente ¿cómo haríamos entonces para devolverle el tiempo y no asfixiarlo, electrocutarlo y golpearlo? En que manual o procedimiento policial se admite la asfixia de una persona aprehendida, ¿proceden acaso conforme al Directorium Inquisitorum también llamado Manual del inquisidor?

Apoyar a la fuerza pública es un imperativo que recae sobre los que creemos en la necesidad del Estado, y es por ello que he defendido gratuitamente a policías y militares de todos los rangos, he prestado servicios probono a entidades dedicadas a la defensa de la fuerza pública, pero es también por ello que debemos insistir en mantener unas instituciones que con su comportamiento demuestren la vigencia del Estado Constitucional que juraron defender. Estos policías, los del vídeo, demuestran una indebida preparación para su labor y un bajo respeto por las garantías fundamentales de las que ellos son, más que nadie, garantes.

Si matamos al asesino, como proponen en redes sociales, deberíamos también matar al que ejecuta esa orden, y al otro y así, terminando por matarnos todos como muestra de nuestra poca fe en la humanidad…

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