¿COMPORTA EL ADVENIMIENTO DE LA NEUROCIENCIA UNA REVIVISCENCIA DEL POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO?
NECESIDAD DE UN ENTENDIMIENTO Y COMPRENSIÓN SERIA Y RESPONSABLE DEL SUSTANCIAL Y PROFUNDO CAMBIO EPISTEMOLÓGICO
por Carlos Arturo Gómez Pavajeau y Carolina Gutiérrez de Piñeres Botero
El científico español Manel Esteller, experto en epigenética general, uno de sus precursores y autoridad mundial en la materia da cuenta de la novedad y los augurios que promete, muy a pesar de que su primer congreso mundial se celebró sólo hasta 1996. El título de su obra de divulgación científica y escrita en un lenguaje sencillo y comprensible para el público en general que quiera abordar esta espectacular novedad[1], se constituye en un contenido tan sugerente como retador, muy especialmente para aquellos que vieron en la genética y el descubrimiento del ADN una vuelta al determinismo causal y particularmente una reviviscencia del positivismo criminológico ferriano, aquel que cuestionó las bases científicas del principio de culpabilidad y puso de presente como única posibilidad de anclar la responsabilidad penal en la llamada “responsabilidad social y/o legal”, fundada en la peligrosidad individual del sujeto delincuente.
A los planteamientos de Esteller, se le deben hoy sumar los de Antony Walash e Ilhong Yun, quienes proponen sumar a la epigenética como elemento para la comprensión del comportamiento humano, la alostasis, entendida como un proceso que restaura un sistema fisiológico a la homeostasis cambiando sus puntos de referencia, cuando las personas y otros organismos, se ajustan activamente a eventos predecibles e impredecibles[2]. Walash y Yun no pretenden intentar mostrar cómo los datos epigenéticos y alostáticos pueden integrarse en los estudios empíricos criminológicos actuales, pero sí pretenden que se incorporen “estos procesos en la comprensión más matizada de cómo los entornos adversos afectan a aquellos que tienen la mala suerte de experimentarlos”[3].
A los planteamientos de Esteller, se le deben hoy sumar los de Antony Walash e Ilhong Yun, quienes proponen sumar a la epigenética como elemento para la comprensión del comportamiento humano, la alostasis, entendida como un proceso que restaura un sistema fisiológico a la homeostasis cambiando sus puntos de referencia, cuando las personas y otros organismos, se ajustan activamente a eventos predecibles e impredecibles[4]. Walash y Yun no pretenden intentar mostrar cómo los datos epigenéticos y alostáticos pueden integrarse en los estudios empíricos criminológicos actuales, pero sí pretenden que se incorporen “estos procesos en la comprensión más matizada de cómo los entornos adversos afectan a aquellos que tienen la mala suerte de experimentarlos”[5].
Pero en la antropología criminal, con acento etiológico[6] y la neurociencia hay grandes diferencias con la base pretendidamente científica fundada en el naturalismo[7]. Las más cuestionables estriban en la seriedad epistémica de muy escasa y devaluada factura científica de la cual partían Ferri y particularmente Lombroso, pues para la época, poca evidencia científica ofrecía la sociología en que enfatizaba el primero y metodológicamente era muy cuestionable el respeto por el método científico que ofrecían los descubrimientos del segundo, mismos en los cuales se anclaba el núcleo duro de la teoría positivista, como fue el descubrimiento de la foseta occipital media en un famoso delincuente, a partir del cual se generalizó la idea que tal representaba una anomalía presente en quienes se habían quedado detenidos en la escala zoológica de evolución del ser humano, invocando retrasos evolutivos que nos devolvían a épocas superadas[8], las que por demás tampoco se encontraban comprobadas científicamente, en la medida en que la reputación de salvajes y primitivos que se asignaba a nuestros antepasados poco de seriedad contenía, amén de que además las inferencias realizadas mostraban sesgos cognitivos gravísimos como el llamado “sesgo de confirmación”, que se verifica cuando quien postula un descubrimiento lo generaliza a partir de un solo resultado o muy pocos resultados no duplicables con el mismo éxito en otros experimentos realizados por científicos diferentes bajo las mismas condiciones ecológicas iniciales, lo cual conlleva al desprestigio de la ciencia al atacar su fundamento y esencia que descansa en la objetividad y neutralidad del sujeto del conocimiento frente al objeto del mismo, fundiéndose uno y otro de tal manera que la subjetividad pasa a ser la explicación de los aparentes logros que se muestran[9].
Hoy así se pone de presente, tratando de superar la división radical entre ciencias de la naturaleza y ciencias sociales, incluso desde el ámbito de quienes hacen criminología[10].
Y todo lo afirmado por la criminología etiológica resulta de cuidado y necesario de la más intensa atención crítica, si se tiene en cuenta que comparar los efectos de la neurociencia actual sobre el Derecho Penal con el Positivismo Criminológico es un exabrupto mayúsculo, pues la neurociencia está respaldada por una comunidad científica tan importante, reputada y respetada que no tiene nada que envidiarle a las llamadas ciencias duras o exactas como la física de partículas y la astro física, pues sus descubrimientos se logran con la aplicación del más escrupuloso método científico y de la mano de aparatos de última tecnología de precisión óptima e indiscutible, verificados por una comunidad científica muy activa y recelosa, que ejerce un control de calidad envidiable para cualquier otra ciencia.
Pensamos que aquí, en cierta forma, se da un avance significativo en términos de transición de lo cuantitativo a lo cuantitativo y de allí a lo cualitativo, tal como sucede de las consideraciones puramente biológicas a las neurobiológicas y de éstas a las neuroculturales; produciéndose una “transición de fase”, a su vez, en estas últimas cuando se identifica la transición actual entre la genética y la epigenética[11] , como se advierte de manera clara y diáfana en la revolución que se está propiciando en la actualidad, como se puede estudiar en Nessa Carey[12].
De allí que, incluso, muy a pesar de que es una ciencia nueva, la neurociencia se ve sacudida en sus fundamentos a pasos gigantes y a velocidades de vértigo, tanto que los anuncios de Francis Crick –sí, paradójicamente, el descubridor del ADN– hace apenas unas tres décadas acerca de que el comportamiento del ser humano, según el cual todo su comportamiento se reduce exclusiva y excluyentemente al funcionamiento del cerebro explicado en términos de leyes de causa, relación de causalidad y efecto de fenómenos físicos y químicos de las neuronas y demás células nerviosas, hoy se encuentra en franco declive en un giro que compromete las nuevas ideas de sistemas complejos y surgimiento de propiedades emergentes, incluso enseñando a quienes acogieron el camino empotrado de espinas del positivismo criminológico, como sucedió con los neurocientíficos reduccionistas o biológicos, que ya es hora de rectificar, así como también se hace un llamado a los penalistas que se apresuraron a escucharlos sin mayor discusión y sin esperar la verificación científica al interior de su comunidad sobre dichos postulados, para que se revisen propuestas que obviamente no calaron como la de desmontar el llamado Derecho Penal de “acto o de culpabilidad”, que funda la responsabilidad individual por el reproche en cuanto era posible y viable un comportamiento en vez de la comisión del delito, esto es, alternativo al mismo, por tanto sujeto a la libertad de escogencia o matizaron –la de mayor acogida– el contenido de la culpabilidad, bien degradando las exigencias del dolo en cuanto quedó reducido al simple y llano conocimiento de la probabilidad del resultado por el agente o llevándolo a la renormativización total, que va de un tránsito del acto de probar el dolo a un acto de legitimación del mismo vía inferencia argumental a partir de indicativos normativos de su existencia, lo que desde el punto de vista epistemológico no deja de ser problemático, pues en el fondo parece que asistiéramos al error lógico de petitio principii, toda vez que se está dando en gran medida, por probado lo que debiera precisamente ser objeto de demostración, cambio de episteme que se suma a la introducida por la metodología funcionalista sistémica, donde se propone un giro hacía la carencia de sujeto del conocimiento, todo lo cual parece poner en tela de juicio las bases de la dogmática penal consolidada a finales del siglo XX y lo que va de corrido del siglo XXI.
La genética ha contribuido de manera significativamente importante al conocimiento del organismo humano y del comportamiento del mismo, abriendo puertas desconocidas hasta hace unos setenta años[13], pero muy especialmente en los últimos veinte años su influencia es cada vez más creciente[14], toda vez que ha puesto de presente entre “ensamblaje preciso y eficiente entre información, estructura y funcionamiento” del organismo, lo que de verdad resulta revolucionario para la ciencia, empero, muy a pesar de que “la genética nos hizo comprender que nuestro destino como seres vivos, lo que podemos llegar a ser, está escrito antes de nuestro nacimiento, la epigenética ha venido a demostrarnos que lo que está escrito se puede cambiar”, todo lo cual se califica por los expertos como un espectacular cambio que hace que la epigenética “no se parece a nada de lo conocido anteriormente”, toda vez que “nos enseña que es posible modular la actividad de nuestros genes heredados, cambiar la vida de nuestras células, y mejorar el futuro de nuestros descendientes”, abriendo un horizonte donde los tratamientos de las enfermedades, incluidas las mentales, no son estandarizados solamente, sino que es preciso y necesario, por cuanto se puede evidenciar, “atacar la enfermedad como algo específico y propio de cada persona” al tener la capacidad y viabilidad de incidir mediante modificaciones en la activación o desactivación de los genes, dada la reversibilidad de las marcaciones epigenéticas, habida cuenta de que sus características definitorias son la ductibilidad y versatilidad dependientes del medio ambiente, de tal manera que “nuestros genes tienen la clave de convertirnos en lo que seremos, pero nuestras experiencias van a condicionar ese destino drásticamente, más de lo que se creía hace poco”, lo cual se puede lograr a través del cambio de hábitos de vida, esto es, propiciando el disparo de “cambios mediados por las moléculas responsables de dirigir la epigenética, cambiando sutil pero perceptiblemente la lectura que las células hacen del ADN”, para lograr “comportamientos distintos a partir del mismo libro de instrucciones”. Así, en consecuencia, alterando la actividad de los reguladores epigenéticos, revertimos alteraciones y patologías, restableciendo los patrones epigenéticos normales “o al menos lo más parecidos posible a los que se asentaron durante el desarrollo, y que sutilmente se han indo alterando por nuestras experiencias vitales”, por lo que nos tomamos nuestro propio destino a partir de nuestras manos para “revertir los efectos del ambiente, controlar el legado que pasemos a nuestros descendientes, modular la epigenética para rectificar lo que la genética nos hizo dar por irrevocable”[15]–[16].
En fin, incluso en materia de emociones y comportamiento humano, los expertos en la materia son claros y contundentes en manifestar que la epigenética, al dar cuenta de que “existe una fuente de información más allá de los genes es revolucionaria”, comporta el entendimiento de que “nuestro destino no estaría predeterminado de manera inmutable”[17]. Aquí, como lo postulan los cultivadores de la nueva ciencia, debe atenderse con mucha seriedad lo que científicos revolucionarios han dicho, como aquello que se atribuye al Premio Nobel en Fisiología y Medicina Albert Szent-Gyoorgyi: “He visto lo que todo el mundo había visto pero pensado lo que nadie había pensado”, ante lo cual, citando otros relevantes científicos a quienes se debe el estado actual de la ciencia de punta y más avanzada, Carey parangona diciendo que “todos ellos vieron lo que nadie había visto hasta entonces y de repente todos pudimos ver el mundo de una nueva manera … A veces los mayores avances científicos se producen porque alguien hace caso del pesimismo imperante”[18]. No resulta exagerado, en consecuencia, tildar a la epigenética como una verdadera revolución científica, incluso superior que el calificativo asignado al descubrimiento del genoma humano, que comporta, necesariamente superar el debate sobre lo innato y lo adquirido como algo disímiles y contrapuestos e, incluso, incompatibles: “Sí, podemos hacer algo por nosotros mismos”, habida cuenta que “unos principios científicos bien asimilados pueden cambiar nuestra vida y, mucho más allá de eso, la evolución de nuestras sociedades humanas”, lo que nos suministra el poder y el potencial suficiente para “retomar las riendas y ser los directores de orquesta de nuestro propio cuerpo para interpretar la sinfonía de la vida”, con una “actitud que nos haga más libres y a la vez más responsables y que nos permita, intervenir en el mundo de manera positiva y beneficiosa para la humanidad”[19].
Creemos que no es hora de hacer fiestas, las bases científicas sobre las cuales se asientan tales premisas están siendo fuertemente cuestionadas al interior de las propias neurociencias, amén de que además en su seno los neurocientíficos reduccionistas han perdido el dominio de la opinión científica y se visualiza el triunfo de los partidarios de la “inter-multi” y hasta meta disciplinariedad, toda vez que la neurociencia ha dado cabida a la ética y a la cultura, así como a la filosofía, sociología y demás disciplinas que estudian a fondo al ser humano, de tal manera que las bases epistemológicas están siendo revisadas a fondo, puesto que todo indica que ha hecho crisis la ruptura o punto de inflexión natura-nurtura, quedándose sin oxígeno, en las ciencias sociales el punto de partida que entiende al ser humano como tabula rasa, cuyo cerebro resulta absoluta y totalmente moldeable por la cultura, la educación y la vida social, sin intervenir para nada en ello el instinto y/o el inconsciente.
Entre natura-nurtura no hay ruptura sino continuum, el ser humano no es tabula rasa sino producto de la genética y de la cultura, y, muy especialmente, la genética condiciona pero no determina el comportamiento humano, pues en los últimos años una nueva disciplina científica como es la epigenética, donde se viene demostrando con evidencias científicas de singular peso que por obra de procesos fisiológicos de naturaleza química como resulta ocurrir con la metilación de las cadenas genéticas y de la histonas o proteínas que regulan la expresión genética sin modificar el ADN, para que se inhiba el funcionamiento de los genes en acción o activen los genes despectivamente llamados “basura” u “oscuro”, lo cual afecta la salud y hasta el comportamiento de los seres humanos de manera increíblemente dependiente del medio ambiente[20]–[21], el ser humano retoma el control de su destino, habida cuenta que ante ello tiene cabida la intervención del sujeto, siendo a la vez sujeto y objeto del cambio, poniendo o aportando elementos determinantes en las olas de la causalidad, de tal manera que la fatalidad no tiene necesaria e inexorable ocurrencia, con lo cual el individuo reclama su destino, produciéndose un descalabro de las hipótesis causalistas-deterministas de orden naturalístico en sentido filosófico estoico.
El sujeto-objeto de sí mismo puede o como mínimo tiene las herramientas para hacer viable el control de su destino, aplicando los conocimientos necesarios y efectivos, para así oponerse a la fatalidad del curso causal mecánico-biológico desencadenado por el ADN, interviniendo en el medio ambiente y su interacción consigo mismo, a fin de evitar en gran medida las modificaciones epigenéticas que pueda sufrir, librándose de sus efectos ex ante o ex post, lo que da clara cuenta que ya no es simple y llanamente un objeto más en el curso inexorable de las olas de la causalidad, sino que, sin cambiar las mismas, ondea como un surfista por sus crestas y valles llevando cierto dominio de sí mismo, sin que lo altere de manera esencial e indefectible la fuerza física de los acontecimientos, hasta el punto de evitar sus efectos catastróficos o en cierta forma revertir el curso causal ya puesto en movimiento en cuanto lo que le concierne, logrando navegar por las mismas esquivando sutilmente su fatalidad, haciendo compatible su situación y supervivencia con el curso inexorable de un mundo que no controla, pero en el cual tiene márgenes de maniobra y de control de sí mismo dentro de lo humanamente viable y de conformidad con los conocimientos y dominio que posea sobre los cursos causales reales, todo lo cual hacia el futuro resultará en espiral positivo mejorable, perfectible y practicable.
La epigenética comporta el entendimiento acerca de que se trata de un fenómeno que “va mucho más allá de nuestro cuerpo”, puesto que además con técnicas sobre su manejo podemos incidir en la prevención o tratamiento de enfermedades mentales asociadas a cambios epigenéticos, lo que, al mostrar que resulta científicamente posible cambiar a partir de nuestro comportamiento el comportamiento futuro y, lo que también se está evidenciado, el de nuestros herederos, resulta dicha revolución “una nueva vía a la responsabilidad y la libertad de los seres humanos”[22].
La epigenética nos enseña que no es cierto que “la dotación genética de un organismo en el momento del nacimiento es inmutable y condiciona su destino inexorablemente”, esto es, lo condene a vivir determinado, lo que permitió que a nivel científico se instaurara “un determinismo genético que, no obstante, comienza a diluirse” y por supuesto, a otorgar una gran y relevante importancia en el destino del ser humano al papel que cumple y debe cumplir el “ambiente”, de tal manera que los genes, según pensaban los genetistas, no tienen “la última palabra” en el destino del ser humano, ya no es practicable la contraposición de lo “adquirido versus innato”, el destino no está “sellado de manera irreversible” puesto que el epigenoma sí interactúa con el medio ambiente, y en consecuencia, “los mecanismos epigenéticos dotan, pues, a nuestras células de la capacidad de ser lo que son y, por lo tanto, son una parte esencial de las funciones que nos definen como individuos” en el sentir, pensar, amar, etcétera y otro largo etcétera; todo lo cual nos otorga la capacidad de modularnos y hasta de programarnos “para ser quienes somos”, incidiendo directamente con nuestra conducta o con fármacos específicos –aún por mejorar, pues está en pañales acertar en la diana-para mantener silenciados o activos o permitir que se activen o se desactiven los genes, “en función de las necesidades de esa célula como reacción al entorno”[23].
No existiendo, en consecuencia, ruptura entre naturaleza y cultura, sino ante un “vínculo audaz entre biología y sociedad”, nos encontramos para la ciencia ante un reto enorme y potencialmente exponencial para el control por parte de los sujetos agentes de su propio comportamiento, esto es, en la medida en que científicamente se encuentra acreditado por evidencias empíricas y experimentales “que los individuos no están (totalmente) predeterminados por sus genes”: “¿Cómo actuar en nuestra vida, cambiar nuestros comportamientos o superarnos si estamos programados para tener una actitud física determinada o para reaccionar de una manera concreta? … Podemos reprimir nuestras emociones y ocultar nuestros traumas, o someternos a psicoterapia para liberarnos de ellos”. La epigenética da cuenta de que “asistimos al fin del todo genético”, cambiando así hacia la “fluidez y la adaptación permanente”, librándonos del pensamiento que nos atrapaba en la idea de que éramos instrumentos de un “hipotético programa preescrito o predeterminado”, en tanto lo adquirido juega allí “un papel decisivo”[24].
No obstante, si bien la genética no determina a las personas, y es su cerebro finalmente el que permite el proceso de toma de decisiones, a partir de lo que ha aprendido a lo largo de la vida, es necesario comprender como las experiencias de cada persona van guiando la manera en que cada cerebro de forma única toma decisiones[25]. Al respecto Walsh y Yun, ya habían dicho que “los procesos epigenéticos y alostáticos son procesos biológicos que son iniciados por eventos ambientales. La epigenética y la alostasis son, por lo tanto, sitios donde la naturaleza se encuentra con la crianza y donde los entornos penetran en los humanos a nivel celular”[26].
A partir de los conocimientos y la creatividad humana que subyacen a la ciencia, la tecnología y la técnica, y mejoran cuantitativa y hasta cualitativamente en su conjunto cada día más el dominio que el ser humano realiza sobre la naturaleza, la cultura ha sido convertida en un socio indiscutible de la evolución, participa con las presiones evolutivas a la par en la creación de los cambios evolutivos, hoy con la nueva carta de navegación de la epigenética, por medio de la cual, sin modificar al genoma humano el agente actuante sobre sí mismo, puede incidir en la expresión o inhibición de las funciones fisiológicas de sus genes, reclamando para sí lo que se creía total y absolutamente perdido con la genética, como es la co-intervención en la definición de sus destino.
Reconoce la ciencia que los seres humanos “disponen de un auténtico potencial de acción sobre su genoma”, habida cuenta que a través de sus actos o comportamientos “pueden activar unos genes y poner otros en stand by”. De allí que se conciba a la epigenética como “un metaprograma biológico que transforma profundamente el papel de la genética clásica”[27].
Pues bien, si ello es así, tomando la proporción de células humanas que rigen la genética (2%) y los genes dedicados a la mismas (20.000) frente a las células que rigen la epigenética (98%) y más de 80.000 genes, rigiendo en los primeros la más crasa causalidad y el determinismo, contrario a lo que sucede en los segundos, hoy no puede sostenerse el postulado de los neurocientíficos biologicistas o reduccionistas que proclamaron la inexistencia de la libertad de elección que ante varias alternativas posibles tiene el ser humano.
Uno de los métodos científicos más acreditados para este tipo de estudios es el que se encuentra al uso con los datos comparativos de lo que sucede con los llamados gemelos univitelinos o monocigóticos, cuyo ADN es exactamente igual, pero donde los últimos estudios científicos acreditan diferencias que se vuelven mucho mayores a medida que van creciendo, lo que significa que no rige inexorablemente la causalidad y el determinismo proveniente de la genética, sino que se constata la enorme y determinante influencia del medio ambiente, incluso en enfermedades mentales tan complejas como la esquizofrenia o el síndrome bipolar, lo que resulta compatible con los descubrimientos relacionados con la mayor plasticidad de la epigenética producto de la acetilación de las histonas o proteínas del ADN, mucho más flexible que la metilación del mismo, donde la influencia del entorno y el medio ambiente es más fuerte y eficaz en los cambios adaptativos, lo cual da incluso para pensar en un “ajuste fino”[28], sin que obviamente ello permita descartar muy a pesar de su seriedad científica en lo que un tal adjetivo implicaría en términos teológicos como sucede con la teoría antrópica cosmológica
Se ha demostrado, con estudios realizados con gemelos univitelinos, cuya genética es idéntica, que su futuro no se encuentra indisolublemente unido, la genética se moldea con la epigenética y en ella puede intervenir el ser humano a través de procesos culturales, sociales y educativos[29] que siembren en los procesos naturalísticos variantes causales que puedan cambiar el rumbo del destino, librándonos de la inexorable causalidad en aquello que nos sea humanamente posible.
En efecto, dice la bióloga molecular Carey, que el “índice de concordancia” entre los gemelos univitelinos en mucho mayor en los primeros años de vida y se va difuminando a través de los años de manera progresiva, incluso mayor es el efecto tiempo si la crianza de los mismos se lleva a cabo por separado en medios ambientes particulares, lo cual se ha constatado en estudios sobre esquizofrenia y otras enfermedades[30].
Así, con los conocimientos necesarios y efectivos, podemos intervenir en el curso de la causalidad natural e incluso ponerle palos en las ruedas a las cadenas causales, apuntándole a introducir determinantes causa-efecto, para el logro de efectos o resultados teleológicamente orientados.
Los científicos más calificados en la materia enseñan que a través del medio ambiente cultural y social se “puede modificar la epigenética e incluso tener cierta e importante repercusión en el funcionamiento y equilibrio del organismo”, incluso de la salud mental, impactando la “maquinaria epigenética”, toda vez que está demostrado científicamente que resulta posible incidir por la propia persona en su “marca epigenética aberrante”, al poner bajo su control “potencialmente” a la misma, “retornando al estado no patológico”, lo que resulta muy prometedor para la ciencia en cuanto la epigenética “sí que es reversible”, por lo que tenemos la posibilidad de revertir “únicamente la alteración epigenética concreta que nos interesa modificar” muy a pesar de que el riesgo cero no existe, lo cual se puede lograr a través de nuestros hábitos y redireccionamiento del cambio conductual. Es claro, si el “epigenoma es flexible y modificable”, a través de la modificación de los hábitos y del comportamiento, por un proceso inverso de tipo químico, “las lesiones epigenéticas que se hayan podido producir pueden recordar la composición celular normal y, en parte, revertirse”, aun cuando no es seguro que tal “reversión sea completa”[31]–[32]. Y hablamos del comportamiento, sí como se lee, puesto que éste “es capaz de modular de manera muy significativa la epigenética de nuestro cerebro”[33]–[34].
Pues el entorno influye de forma diferente en los cerebros en formación que en los de aquellos que ya están formados. En este punto es claro que “la experiencia en los adultos altera el cerebro organizado, pero en los bebés y niños organiza el cerebro en desarrollo”[35].
De todos modos, respecto del funcionamiento del organismo y/o de su comportamiento, también se encuentra comprobado científicamente, los cambios genéticos vía metilación que determinan “qué genes han de estar activos y cuáles apagados en cada momento del desarrollo del organismo”, denominados “epimutaciones, pueden ser traspasados a la descendencia de un modo que parece violar las reglas de la herencia mendeliana”[36]–[37].
Nos resulta posible hoy cambiar la genética, incluso, ante las probabilidades científicas en franca mejoría y consolidación de las ciencia, tecnología y técnica de clonación podríamos pensar seriamente en la clonación de la genética, pero jamás de la epigenética, lo cual nos pone al margen de nuestra propia causalidad, toda vez que resulta imposible reduplicar la epigenética; esto es, metafóricamente hablando, y hasta científicamente, no resultaría nunca viable “reproducir la epigenética”, toda vez que “un clon posee el mismo genoma que el donante pero un distinto epigenoma, y una epigenética diferente se asocia a comportamientos, rasgos y enfermedades distintas”[38].
“No soy mi ADN” –título del libro autoría de Esteller Badosa– es una potente metáfora de la libertad, una poesía sobre el exacto y pleno contenido de la libertad de elegir por el ser humano, belleza y ciencia juntas, en homenaje a la creatividad como motor de ella, lo cual muestra como se abre un horizonte de posibilidades y probabilidades sobre la viabilidad de retomar por el propio ser el control sobre sí mismo, lo que significa que por primera vez en la historia nos encontramos ante una realidad científica que abre dicho campo a tales oportunidades realistas y consecuentes con la cultura, la tecnología y la técnica, de la mano de la filosofía, del Derecho y de la ética.
La vida surge como propiedad emergente de un sistema complejo, que a su vez proviene a partir de componentes más simples que, al combinarse sinérgicamente, producen una funcionalidad enormemente más rica cuantitativa y cualitativamente tal como sucede cuando se pone en contacto la física y la química de los átomos para formar moléculas, la química inorgánica con la orgánica para formar biomoléculas, las células para formar tejidos y órganos, así estos para formar seres. Igualmente, dicho proceso en progresión geométrica, continua en espiral ascendentemente enriquecedora para formar cerebros, complejizarlos al máximo hasta forma lo más complejo del universo conocido: el cerebro humano. Del mismo, a través de sus procesos eléctricos y químicos, regidos por la física cuántica y la macrofísica, la biología molecular, la genética, la fisiología y finalmente, la epigenética surge las propiedades o funcionalidades emergentes más radicalmente importantes como es la mente humana, la libertad de elegir, la consciencia, la autoconsciencia, la metaconsciencia, la neotenia, la creatividad y la humanidad con todos sus atributos conocidos modernamente por la neurociencia[39].
Pese a todo lo anterior, creemos importante que, para los interesados en el campo de la criminología, es necesario profundizar más en los procesos neurobiopsicosociales de la epigenética y la alostasis, con el fin de seguir comprendiendo los mecanismos detrás de las supuestas causas del comportamiento delictivo, especialmente en los efectos de los entornos adversos sobre los problemas físicos y psicológicos. Diversos estudios en torno a este aspecto, han encontrado de forma consistente que, los rasgos encontrados en personas que han cometidos delitos (desarrollo y fortalecimiento de rasgos criminogénicos), particularmente de tipo violento instrumental, tales como bajos niveles de excitación del SNA, altos niveles de asunción de riesgos y búsqueda de sensaciones, bajos niveles de miedo y ansiedad; alteraciones en la empatía, baja escrupulosidad, baja amabilidad, bajo autocontrol, altos niveles de emocionalidad negativa e insensibilidad y abuso de drogas y alcohol, están relacionados con la forma en la combinación de factores como el genotipo heredado (riesgo o alelos susceptibles), el ambiente fetal (estrés materno, uso de cigarrillo, drogas y alcohol), las experiencias de desarrollo prenatales y posnatales, como la pobreza, la exposición a sustancias tóxicas, el abuso y la negligencia, producen modificaciones epigenéticas y alostáticas. No olvidemos sin embargo que, el genoma está diseñado para adaptarse a entornos cambiantes sin cambiar las secuencias de ADN a través de mecanismos epigenéticos, de modo que un alelo “sin riesgo” puede convertirse en un alelo “de riesgo”[40].
De manera que, como se puede observar, no es descabellado pensar que los efectos epigenéticos van mucho más allá de los específicamente individuales sobre los sujetos. Se plantea, por científicos estudiosos del tema, que también ello tiene repercusiones sociales en tanto y cuanto los fenómenos de tal orden pueden extrapolarse a la sociedad, con las repercusiones que dichas técnicas pueden tener en aspectos clave como la solidaridad, el altruismo, la empatía, el intercambio, la cogestión descentralizada, equilibrio entre competencia y cooperación y el respeto mutuo entre otros valores, incorporando a las políticas públicas todos estos conocimientos a través de “cambios en la conciencia colectiva”, a lo que bien podríamos llamarla como la disciplina de la “epipolítica” afirma Rosnay. La base para ello estaría en aportes efectuados por Richard Dawkins, con su propuesta sobre los memes culturales, mismos que funcionan analógicamente como lo hacen los genes en los organismos vivos, de manera que resulta viable hablar de epimemética cultural o ciencia “por encima de la memética, que estudia la transmisión de los memes en la sociedad [como] mecanismos antropológicos fundamentales [que] pueden influir ahora en la gestión y la planificación de las sociedades modernas”. Esto es, estamos ante la posibilidad y viabilidad de “colaborarnos en una regulación participativa ciudadana conjunta” que bien puede tener incidencia en cualquier organización, empresa o sociedad, lo que implica aplicar las enseñanzas que se están adquiriendo sobre el tema a las organizaciones sociales, actuando sobre los genes sociales que son los memes culturales, para modificar la expresión de nuestras sociedades[41].
Significa esto, sin más ni más, aplicar lo que se ha descubierto respecto de un sistema complejo como es la vida y su fenómeno de la epigenética, a otro mucho más complejo como es la sociedad, es decir, extrapolándolo al ámbito social o a un “ecosistema”[42].
Para finalizar queremos citar a Walsh y Yun[43]:
Si la empresa huele demasiado a reduccionismo, se nos recuerda que la historia del avance científico muestra que las disciplinas solo avanzan cuando abandonan su miedo y hostilidad hacia la ciencia adyacente más fundamental e integran sus teorías, conceptos y métodos aplicables por sí mismos… Así como el ADN no es el destino, tampoco lo es el entorno de desarrollo. Hay factores de protección, así como factores de riesgo que se encuentran en todos los vecindarios, siendo el más protector de todos, una familia amorosa.
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WALSH ANTHONY & YUN ILHONG. Epigenetics and allostasis: Implications for criminology en Criminal Justice Review, 2014, Vol. 39, No 4.
ZAMMATTEO NATHALIE. El impacto de las emociones en el ADN (Epigenética), Barcelona, ediciones Obelisco, 2018.
[1] Así, “… si la información genética se encuentra codificada en la secuencia de ADN, la epigenética se encarga de estudiar la información que se puede transmitir sin estar codificada en la secuencia de ADN … la genética sería el abecedario, y la epigenética su ortografía y gramática”, a lo que se suman, las subrayas, negrillas, cursivas y demás símbolos que resaltan o atenúan los mensajes. Por ello con los procesos de metilación y acetilación se producen curiosos fenómenos como que, con “el mismo substrato físico, el mismo texto, se utiliza o aprovecha para proporcionar una doble información”: MANUEL ESTELLER BADOSA. No soy mi ADN. El origen de las enfermedades y como prevenirlas, Barcelona, RBA, 2017, pp. 19 y ss. Particularmente pp. 161 y 171.
[2] BRUCE S. MCEWEN & JOHN C WINGFIELD. The concept of allostasis in biology and biomedicine en Hormones and behavior, 2003, Vol. 43, No 1, pp. 2 a 15.
[3] ANTHONY WALSH & ILHONG YUN. Epigenetics and allostasis: Implications for criminology en Criminal Justice Review, 2014, Vol. 39, No 4, pp. 411 a 431.
[4] MCEWEN & WINGFIELD, The concept of allostasis in biology and biomedicine, ob.cit, pp. 2 a 15.
[5] WALSH & YUN, Epigenetics and allostasis: Implications for criminology, ob.cit, pp. 411 a 431.
[6] MATTEO DALENA. “Cesare Lombroso, a la caza del criminal nato” en National Geographic en https://historia.nationalgeographic.com.es/edicion-impresa/articulos/cesare-lombroso-a-caza-criminal-nato_16087, consultado abril 6 de 2023.
[7] Sobre la problemática MARCELA PARADA GAMBOA. “¿La nueva concepción naturalista del delito? Luis Carlos Pérez, de penalista a criminólogo positivista” en Revista Via Juris No 13 Julio-Diciembre de 2012, pp. 11 a 21. En https://www.academia.edu/es/7958586/_La_nueva_concepción_naturalista_del_delito_Luis_Carlos_Pérez_de_penalista_a_criminólogo_positivista. Consultado abril 6 de 2023.
[8] Para una visión rápida del asunto Cfr. EDUARDO LUIS AGUIRRE. “La evolución de la criminología. del clasicismo a la escuela positiva” en Derecho a réplica. En https://derechoareplica.org/secciones/derecho/178-la-evolucion-de-la-criminologia-de. Consultado abril 6 de 2023. También, una ilustrativa información, en JUAN CARLOS HERNÁNDEZ MORALES & CARLOS ALBERTO PASCUAL CRUZ. “La tercera foseta occipital descrita por Lombroso en el cráneo de Villela” en https://lasintesis.mx/la-tercera-foseta-occipital-descrita-por-lombroso-en-el-craneo-de-villela/, consultado abril 6 de 2023. Interesante, sobre Lombroso: AMELIA GAMONEDA. “Hablan las cabezas” en romher.webs.ull.es/pdf/textos/hcag_esp.pdf, consultado abril 6 de 2023.
[9] Para una crítica amena y productiva, desde el ángulo de la literatura y el arte, el estudio de lo que se decía y pensaba en la época sobre el asunto: DANIEL DOCAMPO JORGE. “Una equivocada primera novela lombrosiana: el asesino nato y el asesino por herencia en Crimen legal (1886) de Alejandro Sawa” en Castilla. Estudios de Literatura 12 (2021): 418-456. Consultado en Dialnet-UnaEquivocadaPrimeraNovelaLombrosiana-7882121.pdf, abril 6 de 2023.
[10] Poniendo como ejemplo al racismo, se sostiene que “…al comprender y modelar la interacción entre la estructura social y la alostasis, los científicos sociales deberían poder desacreditar las explicaciones de las diferencias raciales en términos de herencia pura. En una era en la que la comprensión científica avanza rápidamente a través de esfuerzos interdisciplinarios, los científicos sociales en general, y los sociólogos en particular, deben abandonar la hostilidad hacia la ciencia biológica e incorporar su conocimiento y comprensión en su trabajo. Desde la perspectiva de la criminología biosocial, estos autores creen que es necesaria una comprensión de cómo los entornos criminógenos afectan a las personas a nivel molecular, con el fin de llenar los vacíos en las teorías del comportamiento criminal basadas en la pobreza y el control, de forma que se entienda la articulación entre lo biológico y el medio ambiente: WALSH ANTHONY & YUN ILHONG citando a MASSEY DOUGLAS S. Segregation and stratification: a biosocial perspective en Du Bois Review: Social Science Research on Race, 2004, Vol. 1, No 1, pp. 7 a 25.
[11] “La epigenética se ocupa de las condiciones ambientales que regulan la transcripción y la expresión de genes y es una disciplina que puede ser de gran utilidad para la criminología porque enfatiza la plasticidad del genoma humano. Sabemos que el cerebro es increíblemente plástico y un objetivo importante para la modificación epigenética. Todos los estímulos deben canalizarse al cerebro antes de que se inicie una respuesta conductual. Debido a que el cerebro y los sistemas de respuesta al estrés (el eje hipotalámico-pituitario-suprarrenal (HPA) y el sistema nervioso autónomo (ANS)) están diseñados para la plasticidad, son muy vulnerables a los cambios epigenéticos y alostáticos cuando se exponen a experiencias ambientales que son evolutivamente novedosos. La regulación a la baja de los sistemas de control del comportamiento (proporción dopamina/serotonina y eje HPA hiporreactivo y ANS) ha demostrado con frecuencia y fuerza que está relacionada con el comportamiento delictivo”. Estos mismo autores han hecho énfasis en importancia del genoma humano, haciendo hincapié en que este “está diseñado para adaptarse a las condiciones existentes en la vida de cada individuo, así como a las condiciones existentes a lo largo de la vasta extensión de la evolución de la especie”, y añaden que, “los genes están a la entera disposición de sus portadores, respondiendo constantemente a sus necesidades al producir las hormonas, los neurotransmisores y las proteínas de la estructura celular necesarias para enfrentar los desafíos ambientales”: WALSH & YUN, Epigenetics and allostasis: Implications for criminology, ob.cit, pp. 411 a 431.
[12] “Pero es en el siglo XXI es la nueva disciplina científica de la epigenética la que está poniendo en cuestión muchas cosas que teníamos por dogmas y reconstruyéndolas de una forma infinitamente más variada, más compleja e incluso más hermosa”: NESSA CAREY. La revolución epigenética. De cómo la biología moderna está reescribiendo nuestra comprensión de la genética, la enfermedad y la herencia, JOSEP SARRET GRAU (Trad.), España, Biblioteca Buridán, 2011, pp. 13 y ss.
[13] Sobre las fechas claves de la aparición de la genética -1953- y del big bang de la epigenética -1990-. Para entender el “comportamiento humano” resulta necesaria la genética, pero no suficiente, debe ser complementada con la epigenética. Cfr. NATHALIE ZAMMATTEO. El impacto de las emociones en el ADN (Epigenética), Barcelona, Ediciones Obelisco, 2018, pp. 20 a 23 y 102.
[14] JÖEL DE ROSNAY. Epigenética. La ciencia que cambiará tú vida, JORGE PAREDES SOBERÓN (Trad.), Barcelona, Editorial Ariel, 2019, p. 10.
[15] RAÚL DELGADO MORALES & CARLOS ROMÁ-MATEO. La epigenética. Cómo el entorno modifica nuestros genes, Barcelona, RBA, 2019, pp. 7 a 11.
[16] DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 10 y 17.
[17] “… el código genético no se manifiesta como una dictadura mecánica, sino como un proceso dinámico mediante el cual se transmiten caracteres adquiridos”: ZAMMATTEO, El impacto de las emociones en el ADN (Epigenética), ob.cit, pp. 31 y 59.
[18] CAREY, La revolución epigenética, ob.cit, pp. 28 a 33 y 43.
[19] “… modificaciones reversibles … que también son, en parte, transmisibles de una generación a otra … Las modificaciones epigenéticas se producen en plazos muy breves -días, semanas o meses- … [incluso, con influencia sobre] el equilibrio físico y mental [que con una] práctica epigenética cotidiana … fácil de aplicar … proporciona rápidamente resultados visibles”: DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 25, 27, 28, 40, 92 y ss, 161 y ss. Muy especialmente p. 163.
[20] ESTELLER BADOSA, No soy mi ADN, ob.cit, pp. 21, 27 y ss. Muy importante pp. 168 y 179. Los expertos en epigenética, a pesar de la gran discusión sobre las cifras que se acuerdan como muy altas, llegan a calcular que las funciones de los lugares de los genes no codificantes de proteínas en las células humanas, alcanzan la proporción de al menos el 98% de la totalidad calculada, esto es, sólo un 2% explica los condicionamientos genéticos y un 98% explicaría los epigenéticos. Esto es, la genética en gran medida está cifrada en el funcionamiento de unos 20.000 genes humanos, mientras que la epigenética alcanzaría a involucrar, posiblemente, mucho más de 80.000: CAREY, La revolución epigenética, ob.cit, pp. 66 a 69 y 198.
[21] También así, DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 24 y 25.
[22] DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 9, 10, 11, 39 y 40.
[23] DELGADO MORALES & ROMÁ-MATEO, La epigenética, ob.cit, pp. 15 a 17, 22 y 23.
[24] DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 12,17, 25, 26 y 27.
[25] “Antes de ver cómo cambia el entorno la expresión génica, se justifica una digresión en el proceso de ‘programación’ del cerebro por la experiencia ambiental porque este proceso está bien establecido y proporciona analogías con los procesos epigenéticos y alostáticos. Al rededor del 70% de los genes humanos se expresan en el cerebro… y la química del cerebro (neurotransmisores, receptores, transportadores y enzimas) es el objetivo principal de los cambios epigenéticos que conducen a (o exacerban) los patrones existentes de rasgos y características, comportamientos de interés para los criminólogos … Así como el genoma de la especie captura físicamente el entorno en el tiempo evolutivo mediante la selección de variantes genéticas que se adaptan a los organismos, el cerebro captura físicamente los eventos ambientales que ajustan a las personas en el entorno actual a través de procesos dependientes de la experiencia (ED)”: WALSH & YUN, Epigenetics and allostasis: Implications for criminology, ob.cit, p. 4.
[26] WALSH & YUN, Epigenetics and allostasis: Implications for criminology, ob.cit, p. 2.
[27] DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 27 y 29.
[28] CAREY, La revolución epigenética, ob.cit, pp. 89 y 90.
[29] ESTELLER BADOSA, No soy mi ADN, ob.cit, pp. 31 y ss.
[30] CAREY, La revolución epigenética, ob.cit, pp. 89 y 90.
[31] ESTELLER BADOSA, No soy mi ADN, ob.cit, pp. 33 y 35. Particularmente estas posibilidades se resaltan en pp. 71, 72 y 119.
[32] “Nuestros comportamientos pueden reeducarse, nuestro cerebro se puede remodelar y nuestras etiquetas epigenéticas se pueden invertir”: ZAMMATTEO, El impacto de las emociones en el ADN (Epigenética), ob.cit, pp. 63 y ss.
[33] Se dice también que el epigenoma cambia a partir de las influencias del medio ambiente y “por nuestras experiencias vitales”, algunas metilaciones son de efectos conservantes o de mantenimiento y otras modificaciones cambian la funcionalidad, mismas que son respuestas a las influencias del medio ambiente y dependen de las “experiencias vitales” del individuo; así mismo, unas operan sobre todo tipo de células, otras sobre células específicas como las neuronas; unas modificaciones son estáticas, otras dinámicas y reversibles; unas se expresan sólo en el individuo, otras se transmiten a sus siguientes generaciones, sin determinar cuántas. Algunas modificaciones, las más, recaen sobre la funcionalidad orgánica y la fisiología celular, otras sobre el comportamiento y la interacción de los genes con el medio ambiente, por lo que “se cree que la epigenética es la clave en el eterno debate científico de lo innato frente a lo adquirido, lo que los anglosajones llaman nature versus nurture”: DELGADO MORALES & ROMÁ-MATEO, La epigenética, ob.cit, pp. 30 a 32, 36, 57, 60 a 66 y 131.
[34] También así ZAMMATTEO, El impacto de las emociones en el ADN (Epigenética), ob.cit, pp. 43 y ss.
[35] Cfr. BRUCE D. PERRY & RONNIE POLLARD. Homeostasis, stress, trauma, and adaptation: A neurodevelopmental view of childhood trauma en Child and Adolescent Psychiatric Clinics, 1998, Vol. 7, No 1, pp. 33 a 51.
[36] ESTELLER BADOSA, No soy mi ADN, ob.cit, pp. 82 y 94.
[37] También así ZAMMATTEO, El impacto de las emociones en el ADN (Epigenética), ob.cit, p. 53 y ss.
[38] ESTELLER BADOSA, No soy mi ADN, ob.cit, pp. 39 y 40.
[39] DAVID BUENO I TORRENS. El enigma de la libertad. Una perspectiva biológica y evolutiva de la libertad humana, España, Universidad de Valencia, 2011, pp. 19, 35, 42, 43, 77, 105, 131, 219, 229 y 231. También DELGADO MORALES & ROMÁ-MATEO, La epigenética, ob.cit, pp. 45 a 68 y CAREY, La revolución epigenética, ob.cit, pp. 57 y ss.
[40] WALSH & YUN, Epigenetics and allostasis: Implications for criminology, ob.cit, p. 14.
[41] DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 9 a 12, 101 a 123 y 161 a 165.
[42] DE ROSNAY, Epigenética, ob.cit, pp. 9 y 10.
[43] WALSH & YUN, Epigenetics and allostasis: Implications for criminology, ob.cit, p. 14.